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La luz se opone de manera permanente a la oscuridad, así como la muerte se opone permanentemente a la vida. De igual modo, la verdad está en contradicción absoluta con la falsedad.

Esta lógica simple pero profunda lleva a toda persona que reflexiona con sinceridad a comprender lo siguiente:
si consideramos al Creador como la Fuente de la Vida Eterna y de la Luz Eterna, entonces, por necesidad, el Creador no puede promover la muerte, la oscuridad ni la mentira.
Estos opuestos no pueden coexistir dentro de la esencia de Aquel que es la Luz, es la Vida y es la Verdad.
La oscuridad solo puede surgir de la oscuridad, así como la luz solo procede de la fuente de la luz.
Las mentiras no fluyen de la verdad, ni la verdad puede nacer de la mentira.

Por tanto, la lógica nos obliga a afirmar que el acto de matar—especialmente quitar intencionalmente la vida de un ser humano inocente—nunca puede provenir de la Fuente de la Vida.
Un acto así solo puede proceder de la fuente de la muerte.

Así como la oscuridad no puede ser generada por la luz, y la falsedad no puede ser generada por la verdad, de la misma forma, la destrucción deliberada de la vida humana no puede ser justificada por el Creador de la Vida—
salvo en un caso muy específico y extremo: la defensa propia o la defensa de la vida de los seres queridos ante una amenaza inmediata y real.
En una situación así, el acto no nace del odio, del miedo ni del deseo egoísta, sino de la necesidad de proteger la vida frente a un agresor cuyas acciones exigen una respuesta defensiva.

Este es el único escenario en el que la Fuente de la Vida podría permitir la muerte—no como un acto deseado, sino como una consecuencia trágica del esfuerzo por proteger la vida del aniquilamiento.

Siguiendo la misma lógica, una madre embarazada que enfrenta molestias, incomodidades o interrupciones a sus metas personales debido al embarazo, no está bajo una amenaza inmediata causada por el niño que lleva en su vientre.
Ese niño no ha tomado ninguna decisión ni ha cometido ningún acto hostil.
Por lo tanto, matar a ese niño nunca puede ser autorizado ni aprobado por la Esencia de la Verdad y de la Vida.

De igual forma, el hecho de que a alguien no le guste la apariencia, el idioma, la religión, las costumbres o el estilo de vida de otra persona jamás justifica herirla ni quitarle la vida.
Estas diferencias no representan una amenaza para tu vida.
Actuar con violencia por tales razones es negar la propia naturaleza del Creador y violar la lógica fundamental de la Luz y la Vida.

Es completamente ilógico creer que la Fuente de la Luz ordenaría o aprobaría apagar la luz de otro—arrojándolo a la oscuridad—
o que silenciar las creencias sinceras de alguien y llamarlo “verdad” podría ser una acción inspirada por el Creador.
Hacer eso es promover la mentira mientras se pretende servir a la verdad—una contradicción imposible que nunca puede provenir de la Fuente de la Luz, la Vida o la Verdad.

Nota:
Somos testigos de innumerables asesinatos y conflictos cometidos en nombre de la creencia—justificados y excusados bajo los estandartes de la ley, la profesión, la incomodidad, la sobrepoblación, la escasez de recursos, la religión o incluso la ausencia de religión.
Demasiado a menudo, tales ideologías afirman que quienes piensan diferente pueden ser eliminados con justicia.

Sin embargo, no importa cuántos apoyen esas ideas, ni cuántas generaciones las hayan defendido:
la falsedad—como la oscuridad, como la muerte, como la mentira—jamás puede ser aceptada por el Creador como verdad, como luz, o como fuente de vida.
Hacerlo sería una contradicción. Y la contradicción no puede existir dentro de la naturaleza de Aquel que es Verdad, es Luz, y es Vida.

No importa cuán sincero sea el amor de una persona por el Creador,
si el camino que sigue está enraizado en el error, entonces ese camino lleva—lógicamente e inevitablemente—no a la unión divina, sino a la destrucción.

Esta es una verdad difícil. Pero no hay forma de evitarla.

Por eso el libro La Verdad de la Vida no es fácil de escuchar.
Desafía los consuelos falsos, expone contradicciones y exige una reflexión profunda.
No adula; llama a la lógica más elevada: la lógica de la Vida, la Luz y la Verdad.

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